«No hi ha poeta que no escrigui pensant que
aquest poema hagi de canviar el món».
L’editorial Acantilado ha publicat en castellà bona part de la seva obra on destaquen Ir a Lvov (1985), Lienzo (1990), Tierra del fuego (1994; Acantilado, 2004), Deseo (1997; Acantilado, 2005), Anhelo (1999), Regreso (2003), Antenas (2005) Mano invisible (2009; Acantilado 2012).
Entre els llibres d’assaig cal assenyalar Dos ciudades (1995; Acantilado, 2006), En defensa del fervor (2002; Acantilado, 2005), Solidaridad y soledad (1982; Acantilado, 2010) i Releer a Rilke (2009; Acantilado 2017).
Precisament l’editora d’Acantilado, Sara Ollo afirma que “Adam Zagajewski és una veu que ens xiuxieja a cau d’orella que la bellesa encara existeix i que hem d’aspirar a ella. La seva fondària metafísica, la seva serenitat, la seva valentia i el seu profund sentit de l’humor, ho converteixen en un poeta imprescindible dels nostres dies.”
Adam Zagajewski (Lvov, actualmente Ucrania, 1945). Se exilió a París en 1982 y
posteriormente a Estados Unidos, donde ejerció como profesor en la Universidad
de Chicago. Desde 2002 vive en Cracovia. De su producción poética destacan Ir a Lvov (1985), Lienzo (1990), Tierra del fuego (1994; Acantilado,
2004), Deseo (1997; Acantilado, 2005), Anhelo (1999), Regreso (2003), Antenas (2005), estos dos últimos
recopilados también en Acantilado bajo el título Antenas
(2007), y la antología Poemas escogidos (Pre-Textos,
2005). Entre sus libros de ensayo se encuentran En
la belleza ajena (Pre-Textos, 2003),
Dos ciudades (1995; Acantilado, 2006), En
defensa del fervor (2002; Acantilado, 2005) y Solidaridad y soledad (1982;
Acantilado, 2010). Acantilado ha publicado también en 2012 su libro de
poemas Mano invisible (2009) y el ensayo Releer a Rilke (2017).
Autorretrato
Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir
se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo.
Vivo en ciudades ajenas y a veces converso
con gente ajena sobre cosas que me son ajenas.
Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.
En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los tres elementos.
El cuarto no tiene nombre.
Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos
tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender
a los grandes filósofos, la mayoría de las veces consigo
captar solo jirones de sus valiosos pensamientos.
Me gusta dar largos paseos por las calles de París
y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,
la ira o el deseo; observar la moneda de plata
que pasa de mano en mano y lentamente pierde
su forma redonda (se borra el perfil del emperador).
A mi lado crecen árboles que no expresan nada,
salvo su verde perfección indiferente.
Aves negras caminan por los campos
siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.
Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo.
Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,
y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas
se difuminan como nubes con el buen tiempo.
A veces me dicen algo los cuadros en los museos
y la ironía se esfuma de repente.
Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.
Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.
Cada dos semanas me reúno con mis amigos,
de esta forma seguimos siendo fieles.
Mi país se liberó de un mal. Quisiera
que le siguiera aún otra liberación.
¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.
No soy hijo de la mar,
como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,
sino del aire, la menta y el violonchelo,
y no todos los caminos del alto mundo
se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,
a mí me pertenece.
Adam Zagajewskise me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo.
Vivo en ciudades ajenas y a veces converso
con gente ajena sobre cosas que me son ajenas.
Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.
En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los tres elementos.
El cuarto no tiene nombre.
Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos
tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender
a los grandes filósofos, la mayoría de las veces consigo
captar solo jirones de sus valiosos pensamientos.
Me gusta dar largos paseos por las calles de París
y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,
la ira o el deseo; observar la moneda de plata
que pasa de mano en mano y lentamente pierde
su forma redonda (se borra el perfil del emperador).
A mi lado crecen árboles que no expresan nada,
salvo su verde perfección indiferente.
Aves negras caminan por los campos
siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.
Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo.
Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,
y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas
se difuminan como nubes con el buen tiempo.
A veces me dicen algo los cuadros en los museos
y la ironía se esfuma de repente.
Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.
Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.
Cada dos semanas me reúno con mis amigos,
de esta forma seguimos siendo fieles.
Mi país se liberó de un mal. Quisiera
que le siguiera aún otra liberación.
¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.
No soy hijo de la mar,
como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,
sino del aire, la menta y el violonchelo,
y no todos los caminos del alto mundo
se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,
a mí me pertenece.
[Versión de Elzbieta Bortkiewicz]
No permitas que el lúcido momento se disuelva
No
permitas que el lúcido momento se disuelva
Deja
que el pensamiento radiante dure quietamente
aunque
la página esté casi llena y la llama parpadee
Aún
no nos hemos elevado al nivel de nosotros mismos
El
conocimiento crece lentamente como una muela del juicio
La
marca de la estatura de un hombre aún persiste
en
lo alto de una puerta blanca
Desde
lejos, la alegre voz de una trompeta
y
de una canción enroscada como un gato
Aquello
que pasa no cae en un vacío
Un
fogonero aún alimenta con carbón el fuego
No
permitas que el momento lúcido se disuelva
Sobre
una sustancia dura y seca
debes
burilar la verdad
Adam Zagajewski
Trata de alabar el
mundo mutilado
Trata
de alabar el mundo mutilado.
Recuerda
los largos días de junio,
y
las fresas silvestres, gotas de rosado vino.
Las
ortigas que metódicamente proliferan
en
las casas abandonadas de exiliados.
Debes
alabar el mundo mutilado.
Tú
observaste los estilizados yates y los barcos;
uno
de ellos tenía un largo viaje por delante,
mientras
que el salado olvido aguardaba a otros.
Tú
has visto a los refugiados yendo a ningún sitio,
tú
has oído a los verdugos cantar alegremente.
Debes
alabar el mundo mutilado.
Recuerda
los momentos cuando estábamos juntos
en
una habitación blanca y la cortina ondeaba.
Regresa
en el pensamiento al concierto donde la música se encendía.
Tu
recogías bellotas en el parque en otoño
y
las hojas se marchitaban sobre las cicatrices de la tierra.
Alaba
al mundo mutilado
y
a la pluma gris que un zorzal perdió,
y
la suave luz que se desvía y desaparece
y
regresa.
Adam Zagajewski
Les
réfugiés, Adam Zagajewski
Según Zagajewski, “”los buenos escritores
envuelven lo desconocido en lo conocido. Los malos dan en la superficie lo
desconocido”
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